En la vida de la santa, nacida en Finster (Suecia), se distinguen dos períodos: el primero caracterizado por su condición de mujer felizmente casada y madre de ocho hijos. Se inició entonces en el estudio de la Sagrada Escritura y adoptó como norma de vida, junto a su esposo, la Regla de los Terciarios franciscanos. Practicó también generosamente las obras de caridad y fundó un hospital.
Este primer periodo de la vida de Brígida, dijo el Papa, «nos ayuda a apreciar lo que hoy podríamos llamar una verdadera «espiritualidad conyugal»: los esposos cristianos pueden seguir un camino de santidad, sostenidos por la gracia del Sacramento del Matrimonio. […] ¡Que el Espíritu del Señor suscite también hoy en día la santidad de los esposos cristianos, para mostrar al mundo la belleza del matrimonio vivido de acuerdo con los valores del Evangelio: el amor, la ternura, la ayuda mutua, la fecundidad en la generación y educación de los hijos, la apertura y la solidaridad hacia el mundo, la participación en la vida de la Iglesia!»
Cuando Brígida enviudó comenzó el segundo período de su vida. Renunció a otra boda para profundizar «la unión con el Señor mediante la oración, la penitencia y las obras de caridad», y «después de distribuir sus bienes a los pobres, se estableció en el monasterio cisterciense de Alvastra, sin acceder a la consagración religiosa». En ese lugar comenzaron las Revelaciones divinas, que la acompañaron por el resto de su vida y cuyo contenido y estilo son muy diferentes.
«El valor de las Revelaciones de santa Brígida, que a veces ha sido objeto de algunas dudas —explicó el Papa— fue precisado por el Venerable Juan Pablo II, que en la Carta «Spes aedificandi» escribe: «Reconociendo la santidad de Brígida, la Iglesia, aunque no se pronuncia sobre las revelaciones individuales, ha aceptado la autenticidad global de su experiencia interior».
«De hecho —prosiguió el Santo Padre— la lectura de estas Revelaciones nos interpela sobre muchos temas importantes. Se describe con frecuencia […] la Pasión de Cristo, […]contemplando en ella el infinito amor de Dios por los seres humanos. […] Otro argumento recurrente es la maternidad dolorosa de María, que la convirtió en Mediadora y Madre de la misericordia».
La santa estaba firmemente convencida de que «todos los carismas están destinados a edificar la Iglesia. Precisamente por esta razón, no pocas de sus revelaciones estaban dirigidas, incluso en forma de admoniciones muy graves, a los creyentes de su tiempo, incluidas las autoridades religiosas y políticas, para que vivieran con coherencia su vida cristiana. Pero se caracterizaba siempre por su actitud de respeto y de fidelidad plena al Magisterio de la Iglesia, en particular al Sucesor de Pedro».
En 1349 Brígida deja para siempre Suecia y peregrina a Roma para participar en el Jubileo de 1350 y pedir al Papa que aprobase la regla de fundación de la orden religiosa que quería dedicar al Santísimo Salvador, compuesta por monjes y monjas bajo la autoridad de la abadesa.
«Es un dato que no debe sorprendernos», observó el Papa. «En la Edad Media hay fundaciones monásticas con un ramo masculino y uno femenino que practicaban la misma regla monástica bajo la dirección de la abadesa. La gran tradición cristiana reconoce a la mujer una dignidad propia, y según el ejemplo de María, Reina de los Apóstoles, un propio lugar en la Iglesia, que, sin coincidir con el sacerdocio ordenado, es igualmente importante para el crecimiento espiritual de la comunidad».
Brígida peregrinó también a Asís y a Tierra Santa. Murió en 1373 y fue canonizada en 1391 por Bonifacio IX. Su santidad, caracterizada por múltiples dones y experiencias, «la convierte en una figura destacada en la historia europea» pues «muestra cómo el cristianismo ha impregnado profundamente la vida de todos los pueblos de este continente».
«Proclamándola copatrona de Europa, el Papa Juan Pablo II expresó su esperanza de que santa Brígida —que vivió en el siglo XIV, cuando la cristiandad occidental no estaba todavía herida por la división— intercediera ante Dios para obtener la gracia, tan esperada, de la plena unidad de todos los cristianos», concluyó Benedicto XVI, pidiendo también la intercesión de la santa para que «Europa se alimente siempre de sus raíces cristianas».
Sobre esta santa, adjuntamos este artículo:
Santa Brígida de Suecia
Por Rocío Ferrel*
Cuando se prepara uno para un viaje a un país que no conoce, se informa sobre ese lugar: geografía, idioma, moneda, costumbres, nivel de vida, etc.; cuanto más sabemos, tanto mejor, con mayor razón si nuestra estadía será larga. Por contraste, se da importancia poco suficiente al destino final, no de nuestro cuerpo, sino de nuestro ser eterno: el alma. Es un viaje que definitivamente todos haremos, pero no todos toman conciencia de nuestro libre albedrío para definir a dónde iremos y cómo viviremos. Y eso es parte del Liber Celestis de Santa Brígida.
Este 7 de octubre se cumplen 611 años de la canonización de Santa Brígida de Suecia (Birgitta, su nombre sueco, y Bridget en inglés), y el tercer año de haber sido declarada copatrona de Europa.
Nos ocuparemos de su vida en forma breve: nació en 1 303, hija de Birger Persson e Ingeborg Bengdstdotter. Su padre se contaba entre los más pudientes de Suecia, y Birgitta recibió una educación esmerada, especialmente religiosa, debido a que desde niña manifestaba signos extraordinarios de religiosidad. Su familia decidió casarla a los 13 años con Ulf Gudmarsson, de 18 años, hijo de una familia amiga. Birgitta y su familia eran piadosos, también lo eran Ulf y su familia. Tuvieron ocho hijos, entre ellos, Santa Catalina de Suecia, y estaban considerados en la línea de sucesión al trono.
Durante toda su vida practicó muchas virtudes, especialmente la caridad; cambió la vida de muchas prostitutas, y les proporcionó medios para casarse. Aprendía mucho de teólogos, especialmente obtuvo guía de su confesor, el dominico sueco Master Matías, magister in sacra pagina (D. D.) de la Universidad de París.
Posteriormente estuvo en la corte al asumir el trono el rey Magnus Eriksson, pariente suyo, a edad muy temprana, quien encontró en ella una buena consejera por un tiempo. De 1 341 a 1 343 emprendió con Ulf una peregrinación a Santiago de Compostela, poco después de la cual enviudó. Tras ello se dedicó por completo a sus prácticas religiosas y ascéticas y a vivir en la pobreza. Entonces, las visiones que había tenido desde pequeña se hicieron más frecuentes, y escribió las revelaciones que recibió (Liber Celestis), las cuales fueron aprobadas por la Iglesia.
Quienes la rodeaban fueron testigos de hechos prodigiosos que sucedieron en torno a ella, incluyendo curaciones por su intercesión. Finalmente fundó la orden de las brigidinas en Vadstena, Suecia. Falleció en Roma en 1 373.
Regresando al tema escatológico o del más alla, vemos ahora que muchos católicos ponen en tela juicio, olvidan o menosprecian las enseñanzas de la Iglesia, las Escrituras y las revelaciones de santos como Santa Birgitta, que son muy claras al respecto. Su Liber Celestis ha sido olvidado y desdeñado: por ejemplo, no existe una traducción española del texto en latín. Es común escuchar: “el infierno no existe como lugar de tormento, es un símbolo, y sólo es no poder ver a Dios”, o “el diablo es el mal”, es decir algo muy abstracto, no un ser real.
Otra de las ideas que cobra fuerza en la actualidad entre los católicos es que ‘los santos tuvieron su época, y las cosas que dijeron ya no tienen vigencia’, y en esto incluyen las enseñanzas y revelaciones sobre el infierno, cielo y purgatorio. Es decir, creen tener más autoridad que los grandes santos, y que la verdad y la luz transmitidas por revelación divina, pueden ser temporales, y no eternas, como si tendrían que pasar de moda. ¿Qué diríamos si se pretendiera decir, por ejemplo, que la caridad tuvo su tiempo? Coincidentemente, junto con todas esas nuevas corrientes, se produce una relativización del mal, o el no verlo como algo diabólico, entonces, para muchos el mal ya no es tan malo.
El Señor reveló a Birgitta muchos detalles sobre la vida en el cielo, purgatorio e infierno, y le pidió que escribiera y difundiera aquello, y lo hizo en el Liber Celestis. Así, puede apreciarse juicios realizados a almas de recién fallecidos, los alegatos de demonios acusadores para reclamar para ellos el alma de los pecadores, descripciones horripilantes del infierno, de las diversas regiones del purgatorio, la importancia de la contrición, y muchas otras cosas. Algunos extractos:
Lamento del alma de Nicolà Acciaiuoli sufriendo en los lugares más penosos y terribles del purgatorio: “¡Ay de mí que amé tan poco a Dios y le fui tan poco agradecido por su gran bondad y la gracia que me dio! ¡Ay de mí que no temí la justicia de Dios tanto como debí! ¡Ay de mí que amé el placer carnal pecaminoso de mi cuerpo! ¡Ay de mí por todas mis riquezas mundanas y por mi soberbia!” Posteriormente interviene la Santísima Virgen para interceder por él, así como San Lorenzo, de quien el difunto era devoto, el cual pide se celebren misas por la salvación de esta alma.
Otra revelación: una madre en el infierno, la hija todavía vive en la Tierra, y la nieta en el purgatorio. La madre a su hija desde el infierno: “¡Escúchame mujer, víbora venenosa: ¡Ay de mí que fui tu madre! Te puse en la cuna de la vanidad y en el nido tibio de la terrenalidad!, creciste mucho en ella. Pero ahora es tanto que cada vez que miras orgullosamente alrededor de ti y te complaces viendo a los hombres acercándose a ti para decirte cuán bella eres, gotea veneno dentro de mis ojos, y mis oídos son llenados como si fuera por un terrible viento. Y cada vez que hablas palabras arrogantes y vanas tengo que tragar una bebida extremadamente amarga”. La nieta en el purgatorio también habla a su madre: “¡Escúchame escorpión de madre! —grita—. Me diste tres malos consejos: amar de una manera carnal, para ser amada de acuerdo con la carne, para ser derrochadora con el dinero, y así ser honrada y estimada, para vestirme con vestidos costosos, con un peinado alto, con un velo largo, con guantes bordados con perlas, con zapatos dorados, pero mis senos tenían que ser mostrados. Y cuando vine ante el juicio todos mis vestidos cayeron de mí, y me paré aquí, no sólo con un pecho desnudo, sino desnuda desde arriba hasta los dedos de mis pies. Y de pura vergüenza no pude permanecer parada allí en el palacio de Dios, sino que los demonios me cogieron y me trajeron aquí al lugar de tormento. ¡Madre, madre!, ¡ay de mí que ahora lloro por lo que aprendí de ti con alegría!” (En su época estaban de moda vestidos femeninos con escotes escandalosos).
En nuestros días, donde el hedonismo, la vanidad, el culto al cuerpo, a la fama, al dinero, la moda escandalosa, junto con la indolencia, dominan nuestras sociedades consumistas, nos preguntamos si se diferencian en algo las inclinaciones humanas actuales a las de hace siglos. El pecado no pasa de moda, sigue siendo el mismo (aunque algunos no quieran verlo o pretendan minimizarlo), pero sin embargo, paras las nuevas corrientes la verdad eterna puede ‘pasar de moda’ o tomarse como simple símbolo. Para ellos, es probable que pronto ‘pasen de moda’ los siguientes textos:
“Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no te hace falta nada; y no te das cuenta de que eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado en el fuego, para que seas realmente rico; y que de mí compres ropa blanca para vestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y una medicina para que te la pongas en los ojos y veas.” (Ap. 3:16-19). “Y dirá a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.” (Mt. 25: 43).
* Publicado en la Revista de la Familia Dominicana La Rosa del Perú, N.o 26, 2002.
Profecías
Una de las profecías de Santa Brígida de Suecia, que se refiere a tiempos modernos, es esta:
«El tiempo del Anticristo estará cerca cuando el tamaño de la injusticia rebase y cuando la maldad crezca de forma inmensa, cuando los cristianos amen las herejías y los injustos pisoteen a los siervos de Dios. Al final de esta edad nacerá el Anticristo. Así como Cristo nació de la más alta clase de mujer, el Anticristo nacerá de la más baja [prostituta]. Al nacer será un niño maravilloso. Su madre será una mujer maldita que fingirá tener conocimiento de las cosas espirituales y su padre será un hombre maldito, de la semilla de la cual el diablo hará su trabajo. El tiempo del Anticristo, muy conocido para mí, vendrá cuando la iniquidad y la impiedad abunde sobremanera, cuando la injusticia rebase y cuando la maldad haya crecido a lo inconmensurable… Reinará por tres años y tendrá dominio sobre toda la Tierra… En el año 1980 prevalecerán los perversos».